Aldea de San Calixto. Pozo

Abstract

A 17 kilómetros de Hornachuelos, en pleno parque natural se encuentra situada la aldea de San Calixto, cuya historia se remonta al siglo XVI, cuando el hermano Mateo de la Fuente, discípulo de San Juan de Ávila, buscando un lugar tranquilo y apartado, se instaló en las montañas llamadas de D. Martín, a orillas del río Bembézar, término municipal de Hornachuelos.

La iglesia de San Calixto se ubica en el centro de la población. El templo presenta planta casi cuadrangular en la que se inscribe interiormente una cruz griega. Siguiendo los preceptos neoclásicos en boga en los tiempos de su edificación, carece de ornamentación salvo por un entablamento muy moldurado que recorre interiormente el edificio. El conjunto, sin embargo, resulta muy armónico. Se distribuye en dos espacios que se cruzan, dejando en el centro una cúpula sobre pechinas y arcos fajones que descansan en grandes pilastras toscanas. Las cortas naves se cubren con bóvedas de de cañón con lunetos.

En el exterior destaca la fachada principal compuesta por dos cuerpos separados por una cornisa. En el inferior aparece la portada con un vano rectangular flanqueado por pilastras toscanas, mientras que el superior se articula en torno un vano ovalado de iluminación, decorado por una moldura mensulada que en su ascenso sostiene un copete, esquema que se repite en ambos lados del vano.

Desde la entrada, en el primer ángulo del crucero del lado de la Epístola se encuentra situada la torre. Consta de cuatro cuerpos, los tres primeros de sección cuadrangular y el cuarto octogonal. El fuste se divide en dos cuerpos mediante una cornisa moldurada, en cuyas paredes se abren ventanas a modo de troneras y un balcón rematado por un frontón triangular. Los dos cuerpos superiores estás destinados a las campanas. El primero de ellos presenta un vano de medio punto flanqueado por pares de pilastras toscanas en cada uno de sus frentes, sobre las que apoya un entablamento liso con dentículos en la cornisa. El último cuerpo octogonal, repite el esquema de un vano en cada uno de los cuatro frentes principales, destinando los lados ciegos para pares pilastras toscanas, sobre las que descansa un entablamento carente de decoración. El conjunto se remata por un pequeño capitel octogonal coronado por una cruz de forja.

Tanto interior como exteriormente el edificio se encuentra encalado en blanco, aunque algunas de las pilastras del interior dejan entrever restos de pinturas murales.